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El baile de los que sobran

A una sola voz contra la contaminación.

En California no tiran la basura: la convierten en programas de televisión.

Woody Allen

Publicado: 2015-02-21


Marchas van, marchas vienen y en el camino no se detienen. Y es que en esta tierra de pasado ancestral se está tornando cada vez más común las protestas públicas y masivas fomentado por un colectivo juvenil que lejos de permanecer absorto y lento está tomando las calles para alzar su voz y sentirse escuchado.

El tema de turno es la lucha contra la dizque televisión basura, pero estimamos mejor que la marcha de protesta debería ser contra la “crisis de la televisión pública nacional” o no estaríamos en lo cierto?.

Se ha centralizado el debate en torno a tres programas en particular: dos realitys juveniles de competencia y un programa de espectáculos triple “A”, pero vayamos a ver que nos son únicamente dos o tres programas los que se tienen que cuestionarse; por solo un momento tengamos una perspectiva diferente del problema y señalemos más bien que únicamente son dos o tres programas los que realmente cumplen con estándares de calidad en todos los sentidos (ojo! y eso también incluye a los programas supuestamente serios entiéndase periodísticos y culturales –si existiese alguno de estos últimos)

Entonces el debate es mucho más amplio y debería comprometer también y porque no a sectores del gobierno encargados de la labor reguladora de las comunicaciones y a la Sociedad Nacional de Radio y Televisión (SNRT), amparando esta solicitud en el Código de ética y el Pacto de autorregulación suscrito por todos los asociados (en este caso, las empresas televisoras). Sólo a manera de ilustración indicamos que para Ley de Radio y Televisión, los medios de comunicación tienen por finalidad satisfacer las necesidades de las personas en el campo de la información, el conocimiento, la cultura, la educación y el entretenimiento, en un marco de respeto de los deberes y derechos del televidente. (http://snrtv.org.pe/doc/pacto-autorregulacion1.pdf)

Leíamos recientemente un análisis sobre el índice de audiencia (llámese rating) y se advertía en el informe como es que los programas periodísticos dominicales que antes bordeaban los 30 puntos de rating ahora escasamente llegan a los dos dígitos y que más bien el público ahora elegía la televisión por cable que no necesariamente es la mejor pero te brinda mayores y mejores opciones de entretenimiento. (Este último aspecto es importante para rebatir la tesis de algunos presentadores cuyos programas se encuentran en el ojo de la tormenta y cuyo facilismo llega al extremo de señalar que si algo no nos gusta utilicemos el control remoto y zas! los volemos del mapa; inteligentísimo, no?)

Existe también otro aspecto sumamente importante y que va de la mano con este enfoque macro y es que solo se le atribuye toda la responsabilidad a una parte del dilema social, vale decir canales de televisión pero que hay de los televidentes, que hay de ese público cautivo que fiel y devotamente permanece impávido frente a la caja boba y contra viento y marea consume y permite que en su familia igualmente elija ver todo tipo de situaciones que atentan contra la dignidad humana, su intimidad y sus derechos.

En este punto de la crítica es importante citar una reflexión hecha por el filósofo mexicano Hugo Landolfi: “Voy a hacer algo inusual: voy a dejar de demonizar a la televisión basura en sí misma, los cuales son esos programas que en cada país tienen sus nombres propios y que cada uno conoce, y en cambio, voy empezar a reflexionar sobre qué nos pasa a nosotros, los seres humanos, que necesitamos o que nos abocamos a mirar este tipo de programas.”

Como diría el otrora cómico mexicano Hector Suárez “Pero, ¿Qué nos pasa?” que nos pasa para permitir que de manera abierta y sin el menor reparo se atente contra la protección y formación integral de los niños y adolescentes, así como el respeto de la institución familiar; que nos pasa para no inculcar en casa la promoción de los valores y de una identidad; que les pasa a los padres y madres de familia que de manera inconsciente e insensata no colocan límites a los excesos que ingresan a nuestros hogares disfrazados de un sano divertimento.

Siguiendo a Landolfi, hacemos nuestra una pregunta: ¿Qué pasa en las familias donde los padres permiten a los hijos ver programas de televisión basura? ¿Por qué los dejan alimentarse con basura, llenar su alma de cosas malvadas o de contenidos de baja calidad? ¿Qué pasa en ellos? Olvidémonos de la basura; orientémonos a preguntarnos qué pasa en el ser humano, en su corazón.

Es que quizá ya nos hemos robotizado y nuestra mente sólo responde a un chip implantado para obedecer y deleitarnos con la podredumbre o es que a los gobiernos de turno les favorece tener esa pleitesía del pueblo y evitar cuestionamientos que resulten igualmente relevantes (recordemos nada más como se sospecha de un supuesto apoyo económico brindado por los gobiernos priistas a favor de las telenovelas y demás programas de espectáculos para mantener adormecido al pueblo azteca y ciertamente que lo logró)

Se está abriendo un abanico de interrogantes sumamente complejas pero todas ellas ponen en relevancia a la institución familiar y el grave daño que se está generando y en donde hay un trabajo in extenso. Es urgente que se inicie esa labor en algo que está más al alcance de nuestras manos pues lo que queda en claro es que como sociedad estamos enfermos y debemos como primer paso asumir tal condición.

Que si la marcha tendrá éxito, vale decir que sean retirados de la parrilla televisiva “los programas bandera” realmente lo dudamos pues tengamos en cuenta que las empresas televisoras son eso empresas y cuyos fines son esencialmente lucrativos aunque tengan como cliché “la responsabilidad social”

Lo positivo es entonces que estos tiempos de cambio nos va a permitir exhibir que vacíos estamos cubriendo con estos sistemas de evasión y de menosprecio de la naturaleza humana. Ciertamente como bien lo dijo alguna vez el vate santiaguino ¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos, hay, hermanos, muchísimo que hacer.


Escrito por

Karla Bocanegra Vásquez

Abogada. Cuestionando el mundo por mi blog: alderechoyalreves.tumblr.com @alderecyalreves


Publicado en

alderechoyalreves

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